Otras Vidas, Otros Mundos

martes, mayo 30, 2006

CTHULHU, 1920, Capítulo V

En el último capítulo dejamos a nuestros inconsci… intrépidos personajes dirigiéndose al lugar donde todos intuíamos que terminarían desde que los conocimos: al manicomio. Y siguiendo su arraigada costumbre a la hora de elegir destino, no podría tratarse la clásica casa de locos con su bonito y soleado jardín, no. Donde hermosas enfermeras y atractivos enfermeros paseen a los pacientes, claro que no. No podría ser. Así que se dirigieron a Flowers Hill, a tiro de piedra de Arkhan. En el fin del mundo. Literalmente. Porque un metro más y el decrepito edificio se despeña por un acantilado para estrellarse en las afiladas rocas (o quizás sean los restos de los anteriores edificios, que tuvieron menos suerte). Y, como no, con su tormenta inminente acercándose, y su kiosco en proceso de descomposición; y también su extraño caballo de juguete semipodrido que se mueve solo por allí dando mal yuyu… Resumiendo, que aquí tenemos a nuestros chicos. Gerry Bone, que no tiene muy claro porqué está allí. Kelly McNuggell, que tiene muy claro que mejor allí que en el talego; y Sophie Hapwood, que le importa muy poco donde sea allí, siempre que sepan reconocer a una auténtica señorita…

Que los reciba un celador, hermano feo de Frakenstein (hijo), a estas alturas no les preocupa nada. Algo más le molesta a Sophie que la institución sea dirigida por una mujer, la doctora Rosenhook. Menos oportunidad de hacer lo que mejor sabe…aunque si fuera menos femenina un poco más alta y… no, esta vez no podría ser Lord Ashford IV. La doctora solicita que uno de ellos se reúna con ella en su despacho. Gerry decide sacrificarse, faltaría más, mientras Kelly y Sophie son trasladados a sus habitaciones. El pianista descubre que la doctora no parece tener ningún interés en realizarle un examen. Al menos un examen psiquiátrico…pero claro, la experiencia de Gerry con mujeres atractivas que intentan seducirle le hace ser precavido. Eso, y los cientos de ojos que le observan desde los botes que abarrotan los estantes del despacho…

Mientras, Sophie es trasladada a su habitación. Posiblemente la mejor del manicomio. Es decir, un cuchitril cutre y con muy poco estilo, según la escritora. No hay más que ver el desastre de manos que tiene el pobre desgraciado que intenta arrancar los barrotes. Los cuales, con un gusto horroroso, todo hay que decirlo, decoran la puerta de la celda. Perdón, habitación de invitados. Pero nuestra Sophie siempre va preparada para estos casos. Un kit de manicura es imprescindible para cualquier chica que se precie...

Kelly, para no perder la costumbre, es trasladado al peor agujero del centro. Cama de metal, jofaina, vecino misterioso en la celda X y ventanuco con barrotes y preciosas vistas a la tormenta y el acantilado… y apoyado en la cornisa, con la piel berrugosa e hinchada; mirándolo fijamente con unos ojos saltones mientras se desplaza sobre sus dedos palmeados…un misterioso, espantoso, horroroso y aterrador… ¿sapo?.

En ese mismo instante, en Arkhan, un deprimido inspector de policía irlandés entra en la única taberna del pueblo. O'Hara aún se pregunta qué le ha llevado a seguir a esa pandilla de lunáticos hasta el manicomio. Quizás, piensa, el que él también haya visto sus locuras les hace un poco más creibles… o quizás esté tan ido como ellos. De todas formas, no hay duda de que se trata de un mal día para dejar de beber, auque solo le ofrezcan agua. La cual, aunque no llega el nivel del te polaco, con sus 90º tampoco entran mal. Eso sí, la niña extraña del cuadro que hay tras el mostrador empieza a parecerle que le mira raro, desde delante de la mansión de Flowers Hill, con su kiosko y su caballito de juguete…

Gerry, mientras tanto, ha salido del despacho de la doctora Rosenhook y ha conseguido que le permitan ver a Modesty. El bueno del pianista es el único que se ha acordado de la intrépida reportera, así que, cuando acompañado de un risueño celador la encuentra en una sala acolchada, con la producción anual del triangulo dorado metida en vena, se siente conmovido. De acuerdo, en ese estado la reportera incordia menos. Y se mete en menos líos. Y seguro que no intenta matarlos o que los manden a la cárcel, pero… ¿qué quería decir?... ah, sí, que esa no sería nuestra Modesty. El doctor Frankelholf, que se encarga de su tratamiento, intenta convencer a Gerry. “Es lo mejor para la chica, porque, así, entre nosotros, está loca, loca…”. Pero el pianista no se convence, sobretodo cuando habla con el risueño celador, que se presenta como Willy y le confiesa jocosamente que no cree que estén tratando muy bien a la reportera, aunque él está intentando ayudarla llevándole chocolate y noticias del exterior porque él realmente no es celador, sino que es, ja,ja… realmente él está allí por, jo,jo… bueno, no se acuerda muy bien, ja,ja,ja… Gerry le consigue convencer, entre risa y risa del tipo, para que le deje la puerta de su celda abierta cuando lo acompaña de regreso, aunque se pregunta seriamente si los locos son los están fuera…

Así que, en cuanto tiene ocasión, el pianista huye de su celda y se pone a buscar a sus compañeros. Aunque lo primero que encuentra es a un educadísimo interno que, tras invitarle a te con pastas y tener una educada y elegante conversación le informa de la localización de sus compañeros. Kelly, por su lado, ha conseguido escapar de su celda y con el sigilo y la discreción que le caracteriza, avanza por los pasillos tropezando con todo lo que se encuentra. Incluido Gerry. Los dos se ponen de acuerdo en rescatar a sus compañeras y salir por piernas de allí.

Mientras, Modesty, en su celda, empieza a escuchar una musiquilla que en el futuro seguro que se convierte en un éxito del rock progresivo, pero que de momento le ataca a los nervios, sobretodo cuando descubre que no está sola en la celda. Algo fantasmagórico la acompaña… Afortunadamente, la sobredosis de tranquilizantes que lleva encima le impide volverse loca (más) y el único efecto que tiene es devolverla a la normalidad (estado de que no, que no estoy loca)

En la taberna de Arkham, O’Hara entabla amistad con un tipo al que sus grandes dotes detectivescas identifican como un viejo marino.Mientras los vasos de agua se suceden como si estuvieran bebiendo…bueno, agua de la otra, el inspector descubre que Flowers Hill fue antaño una mansión señorial, con su familia noble y su niña extraña con caballo de juguete...que, por cierto, ya no está en el cuadro… O´Hora se empieza a mosquear y decide que salir de allí es el mejor plan. Sobretodo cuando el viejo marino empieza a perder la chaveta (lo cual, después de los toneles de agua de alta graduación que lleva en el cuerpo, es lo menos que podía hacer sin ser irlandés). El policía corre a coger su coche, pero la tormenta ya a comenzado y su vehículo ha sido asaltado por una banda de terribles…sapos!!!

Y en el manicomio, Gerry confirma su suposición de que todos están tarados cuando McNuggell se niega a llevarle las maletas a Sophie. Tan asombrado se queda, que casi se le olvida cogerlas él. Entonces, en ese momento...