miércoles, abril 05, 2006

CTHULHU, 1920, Capítulo IV

Tras los extraños incidentes del Hotel L'Adila, la suerte ha deparado diferentes destinos a nuestros personajes. La intrepida (y totalmente cuerda) reportera Modesty Blase pasa unos días en el "Centro para Enfermos Mentales Aunque a Ellos les Digamos Balneario" de Flowers Hill, intentando entrevistar a dos tipos que juran ser el último emperador francés. Kelly McNuggell ha sido enviado al trullo sin más, donde ha descubierto que tan malo es que los polis te den como a una estera como que los presos te den el mote de "el guapo irlandés"... ¿Y Sophie?... Bueno, la escritora se encuentra bajo arresto domiciliario. Lo cual significa que las fiestas se celebran siempre en el mismo lugar y que la limusina con chofer que le han regalado no son más que objetos decorativos. De momento...En definitiva, que la señorita Hapwood sigue siendo la mejor en lo suyo y a base de admiradores tiene más dinero, joyas y regalos que nunca. Tantos que se puede permitir el lujo de tener un gran pianista en nómina. Y es que Gerry Bone también es el mejor en lo suyo.

Pero el día del juicio se acerca, así que cuando el maduro aunque arrebatadoramente atractivo abogado R. Harris se ofrece para la defensa, Sophie no tiene la menor duda en aceptar... pese a la joven aunque espantosamente poco glamurosa ayudante del abogado, la señorita Aubrey Floss. "Que de todo ha de haber en el mundo", piensa la escritora.

A Kelly lo sacan de su celda después de escuchar la enésima historia de los grandes contactos para salir del talego de su compañero de celda. Uno más de las ingeniosas torturas carcelarias que está disfrutando. Según parece, le van a presentar a su abogado de oficio. Cuando ve a un pimpollo desastrado, enterrado bajo un montón de libros y papeles que se desparraman por toda la sala mientras intenta saludar al marino y recoger sus gafas, Kelly piensa muy seriamente en empezar a cabar túneles con una cucharilla... Sin embargo, entre el tartamudeo de Steve Wellington, el marino encuentra una buena idea. Sophie será defendida por uno de los mejores abogados del estado y sería muy importante poner de acuerdo las declaraciones de ambos. Kelly decide hacer uso de su derecho a una llamada para localizar a la escritora. Claro, que cuesta entenderse con el jaleo de la fiesta que tiene montada en su suite. Aún así, Sophie se compromete a ayudar al marino ese de color que conoció en lo del hotel...¿o era un camarero del barco ese que se hundió?... Mientras los dos polizontes arrastran a Kelly a su paliza diaria, el marino murmura entre dientes "Maldita afortunada...aquí te queria ver"..."Ahhhh, sí", suspiran los policias, "Ojalá volviera la señorita Hapwood con nosotros..."

Y finalmente llega el día del juicio de el pueblo contra Hapwood. Entre los fashes y los gritos de los periodistas, preside la sala el honorable, justo, duro e incorruptible Porco Ross... estooo, juez Dieter Von Vars. Harris pone la defensa, Sophie su mejor cara de "Soy una Victima Desvalida del Mundo". Y el pueblo se pregunta que tenía contra ella. En una habitación cercana, Kelly espera su turno para ser llamado como testigo de la defensa. En la acusación, el Fiscal M. Knight. Si vistiera más desastrado... y se peinara de otra manera... y fuera un poco más bajo...Sophie juraría que se trataba de Billy... aunque con ese traje...se parece más a Lord Ashford IV... cambiándole tres o cuatro cosillas, claro...


Comienzan los alegatos iniciales. Al juez le molesta bastante que aquello parezca un circo... a lo que no ayudan los compases iniciales de “Razzle Dazzle”. La acusación presenta el caso como un clásico asunto de grupo satánico o algo peor, (artistas, imagínense) que se dedicaron a cometer asesinatos en un oscuro plan ritos, sacrificios y orgías y...y... La defensa plantea el caso como la desdichada historia de una indefensa señorita a la que las malas compañías le han metido en un embrollo del que es inocente... Kelly se empieza a ver en una bonita silla de metal...Su compañero en la sala de espera, un preso que lleva en la carcel más años que los barrotes, le ofrece un cigarro y una cerilla sacados de Dios sabe de donde (y Dios decidió olvidarlo enseguida). El preso le confirma sus peores sospechas. No debe fiarse de Harris... como si alguna vez se hubiera fiado de un abogado... En ese momento, el inspector O'Hara es llamado al estrado para declarar por la acusación. El policía cuenta la historia tal y como la recuerda. Sin embargo, cuando empieza a narrar los extraños hechos que le llamaron la atención, el fiscal corta el interrogatorio y pide un receso y una reunión con la defensa, McNuggell y su abogado. Ah, y Gerry Bone, que tiene un don especial para estar donde se reparte el bacalao aunque no esté acusado de nada...

El grupo se reune en una sala contigua. El fiscal propone un trato a Sophie y Kelly. Diez años en el talego le parecen muchos al marino. De hecho, los tres de Sophie le parece un exageración. Es más, le parece un milagro que sea capaz de sobrevivir un día más en la carcel... Rechaza la propuesta y los abogados se reunen aparte. Nuestros heroes deciden cotillear un poco, aunque Wellington deja unas galletitas de su mujer, que casi les impide hacer nada, de lo buenas que están. Sophie y Kelly encuentran entre los libros de Aubrey Floss uno muy antiguo, encuadernado en piel y escrito en aleman ("horrible", piensa la escritora... "en cuero negro, que mal gusto..."). Mientras, Gerry utiliza su excelente oído de pianista para espiar a los abogados. Le dice a Kelly que están intentando convencer a su defensor para que le acusen de todo a él y a cambio le entán prometiendo un buen puesto de abogado. Kelly empieza a pensar en arrojarse por la ventana como la alternativa mas viable para alargar su existencia... aunque solo sean unos segundos más. Los abogados regresan. El juicio va a continuar. La policia se lleva a Kelly. Harris propone a Sophie que se reuna con Floss para preparar su declaración. La escritora comenta que tiene una fiesta esta noche, pero que estará encantada de que la ayudante acuda. Harris acepta y se jacta de haber conseguido que le anulen el arresto domiciliario. Sophie sonrie. Por primera vez en mucho tiempo no va a acudir a una fiesta. Necesita encontrarse con cierto inspector de policia...

Mientras tanto, Kelly es trasladado de nuevo a la carcel. En el coche patrulla conoce a un tipo con pinta de comadreja que le habla de los contactos que tiene para salir de la carcel. McNuggell está convencido de que ha de ser familia de su compañero de celda... Pero el día todavía no ha terminado para el marino, pues al llegar, sin comerlo ni beberlo lo arrojan a las celdas de castigo. Desde una de ellas, una voz profunda le avisa de que nadie jamás ha salido de esa celda... la celda número XIII. Kelly no es supersticioso, pero toca madera, da tres saltitos, gira en sentido contrario a las agujas del reloj y le reza al leprechaun que creyó ver de niño...

Sophie, por su parte, y acompañada de Gerry, finge encontrarse mal y se escapa de su hotel, sacándole partido de camino a la limusina con chofer, que para eso se la trabajó. Bueno, algo así... Acuden a la comisaría, pero les informan de que el inspector ha acudido al lago de la zona del hotel L'Adila. Allí encuentran al serio policía y le intentan convencer de la inocencia de todos, incluido el fontanero gales ese, cómo se llame, que está en la carcel. O'Hara reconoce que todo es muy raro. Y que no le gusta Harris. Que sospechosamente todos los testigos de la acusación desaparecen misteriosamente. Sophie defiende a su abogado y asegura que le va a librar de la carcel. "¿A qué precio, señorita Hapwood?", dice el inspector mientras se aleja entre la niebla y monta en su coche en una escena del más puro cine negro...

...claro, que el bicho agusanado con alas que surge de la noche y comienza a perseguirlo rompe un poco el climax...

En la carcel también es de noche, y Kelly intenta no pensar en como va a pasarla en su metro cuadrado de celda. No obstante, su extraño compañero de la celda X le pasa cigarros, cerillas y finalmente un cuchillo. Todo con una puntería fascinante para colarlo por el ventanuco de la puerta sin apuñalarlo en el proceso. Kelly no sabe como agredecer a su nuevo amigo el arma cuando al encender el cigarro ve las pareces llenas de mensajes ligeramente sospechosos ("Venimos a por tí" y cosas así...). De repente se encienden las luces. Los mensajes han desaparecido, pero cuatro polizontes están metiendo al "Comadreja" en otra celda de castigo. Kelly intenta ocultar el cuchillo simulando que es una flauta travesera... y claro, no cuela. Sin embargo, cuando ya van a apalizar al marino (con cierto aburrimiento, que la monotonía cansa), el desconocido de la otra celda empieza a armar follón, casi derriba la puerta y está a punto de estrangular a uno de los guardias a través de los barrotes demostrando una fuerza inhumana. Kelly y el Comadreja animan al preso, pero está claro que McNuggell sería socio del Atleti, porque cuando los cuatro polis entran a saco en la celda demuestran que, cuando la gente se junta, pueden ser tan inhumanos como el que más. Eso sí, gracias al sacrificio de desconocido, el marino conserva su cuchillo...

Por su parte, Sophie y Gerry siguen con disimulo al inspector y al bicho alado (bueno, lo sigue con disimulo el chofer, que es todo un profesional, que ya sabemos como conducen nuestros chicos...). Terminan en una residencia de inmigrantes, que resulta ser donde vive el inspector. Los recibe en su casa. El clásico estudio de hombre solo. Un estercolero, vamos. Con la excepción de un plato pintado a mano de su difunta mujer, tal y como les explica el inspector. Y que los invita a un té pese a que lo hayan perseguido hasta su casa y le estén contando una rocambolesca historia sobre un gusano alado...

En la celda de castigo, Kelly hace esfuerzos para mantenerse despierto. Cuando nota que en su metro cuadrado hay otro... hay un... algo como... que no caben, vamos, le fastidia saber que no está soñando. Por suerte para él, la celda es tan amplia que no le resulta muy difícil apuñalar al bicho antes de que los fogonazos que sueltan sus garras al chocar con los muros le vuelvan un balbuceante lelo, como empieza a tener por costumbre cada vez que se asusta...

Mientras, Gerry y Sophie descubren que el té polaco del inspector O'Hara podría ser usado como disolvente universal, desatascador de letrinas y arma de destrucción masiva, todo en uno. De improviso, son atacados por un cruce de mosca y gusano que atraviesa las ventanas. Nuestros heroes, muy liberales en esto del amor entre especies, no se dejan asustar y se lían a tiros con el bicho. Con el bicho, al que vuelan la cabeza, y con las paredes, las lamparas, los mueble... y el plato de la difunta señora O'Hara. El inspector mira los restos del plato. Mira los restos de la mosca... esto ya ha pasade de ser raro... esto ya es personal...

Kelly esta escuchando como su adversario se disuelve tras ser apuñalado por última vez. El Comadreja no se cree las historas del marino. El misterioso ocupante de la otra celda, que se está recuperando milagrosamente de la paliza, sí. Pero opina que no ha hecho más que empezar. Nuevamente se encienden las luces. En la celda de Kelly no hay nada. Excepto un irlandés imbécil que intenta ocultar un cuchillo de medio metro detrás de la oreja. Sorprendentemente, los policias pasan de ese detalle y se lo llevan a una habitación donde lo espera el inspector O'Hara. Le entrega un saco con ropa y le ordena que se cambie y lo siga. McNuggell se teme una trampa, pero cualquier cosa sera mejor que la carcel...Cosa que empieza a dudar cuando es recogido fuera por Gerry y Sophie, que se sorprende de que el grumete de cuyo nombre no se acuerda no sea chino... El inspector se va a solucionar unos asuntos y los demás dejan a Kelly en la mejor pensión de los bajos fondos. Eso significa compañía de cama asegurada. Con muchas patas... ojos... y antenas...

La escritora y el músico vuelven al hotel. Allí les informan que la ayudante del señor Harris, la señorita Floss, acudió a visitarla y estuvo en su habitación. Al subir descubren que la extraña mujer ha estado haciendo cosas allí. Gerry huele algo extraño ("Por favor, lilas viejas", piensa Sophie, "Que mal gusto en perfumes"). El músico, demostrando que tiene tan buen olfato como oído, huele también a quemado. Encuentran unos papeles donde consiguen distinguir varias direcciones. Entre ellas la de la carcel y la de la casa de O'Hara... El botones les dice que una nueva empleada de cocina vio a la mujer que estuvo en casa. Una joven delgadita... poca cosa...un manojo de nervios con tendencia a tirar cosas. Cuando bajan a cocina y escuchan el estrepito de platos rotos, ambos reconocen rapidamente a Eve. Sin embargo, sorpendente e incompresiblemente, la joven intenta esconderse de ellos y les pide que, porfavorporfavorporfavor, no la ayuden más... Consiguen convencerla para que les cuente la historia y les confirma lo que ya saben. Encontró a Floss desnuda haciendo cosas raras en la habitación (Gerry y Sophie estuvieron a punto de tirar cordura por la imagen mental...) y se enfadó mucho cuando se dio cuenta de la presencia de Eve. Después de hacerle la pelota al chef, recoradar con nostalgia las galletas de la señora Wellington y asegurar a Eve su ayuda para lo que necesite (y para desesperación de la muchacha), deciden esperar al día siguiente. Que tienen juicio. Por lo menos Sophie.

Y comienza el último día de juicio. Y no queda ni un testigo para declarar, todos desaparecidos. Con la excepción el señor Falkenstone, un vecino ruso del doctor Orson Elías, cuya declaración es destruida fácilmente por Harris; y de Gerry Bone, cuya declaración es bastante convincente... aunque deja dudas sobre la cordura de Modesty (pero que no está loca, oiga) y que en esos momento está intentando a convencer a una tipa que se cree gallina de que no puede poner huevos... Comienzan los alegatos finales. Harris está magistral. El fiscal Knight, también. Curiosamente, los dos alegatos se parecen bantante. Sophie es inocente y los principales culpables son la loca de Modesty y el truhan y criminal reconocido de McKelly, que ademas de traficante y asesino debe ser tonto integral, porque se encuentra en ese momento en la sala, con la intención de ayudar si hacía falta y devolverle a Gerry los cinco pavos que le había prestado. Y claro, quien iba a fijarse en una cara cruzada de cicatrices, arañazos y moratones de la que no paran de hablar en el juicio. Por favor. Los flashes saltan mientras intentan detener a Kelly. El juicio es un caos. McNuggell apela a la caridad del jurado. Gerry intenta ayudar. Las puertas se abre y aparece O'Hara diciendo que el juicio es una farsa y que Harris elimina a los testigos de la acusación. Los periodistas se frotan las manos. El juez Von Vars parte el mazo de golpearlo contra la mesa... De repente, una voz tartamudeante se impone sobre todos los demás. Steve Welligton, rebuscando entre sus papeles declara el juicio nulo, bajo el hecho demostrado de que los acusados han sido detenidos e interrogados sin que se les leyeran los derechos. El silencio se hace en la sala (excepto el ruido de las galletas de la señora Wellington al ser comidas por todos los que pasan por al lado...que fuenas festán, jo)

En resumen, el juicio se declara nulo. Wellington se gana el respeto de Kelly (para lo que sirve...). Harris el desprecio de Sophie, aunque sea tan guapo, que no se puede una fiar... La galletas de la señora Welligton incrementan la obesidad mundial. De todas formas, Gerry, Sophie y Kelly son obligados a pasar un examen psiquiatrico en el Flowers Hill (!Fíjense!,!!Dónde está, Modesty!!.!!!Qué pequeño es el mundo!!!)... y se han buscado una mala (y poco glamurosa) enemiga...

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Pero oigan, a ver que viene esa foto, que ya no tiene uno ni vida privada ni ná. Con lo bien que se están en las fiestas de la señorita Hapwood.

6:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Diga usted que si, loco muchachuelo. Umm ... fue usted el que me regalo el Rolex exclusivo o el sacrificio humano? En caso de ser el segundo, la proxima vez ruego me obsequie algo menos pintoresco, que luego pasa lo que pasa. Saludos, muy señor mio,

Soph

7:48 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Querida señorita Hapwood:
Soy el del sacrificio humano. El obsequio, no el obsequiador, ese pícaro de Lord Morgoth al que nunca le agradeceré lo suficiente que me invitara a su excelente fiesta. Sólo quería disculparme por mi pronta partida en el climax de la celebración, pero morir me pareció lo más adecuado para lo que la ocasión exigía. Espero que no se sintiera ofendida y eso no me impida ser invitado a la próxima... Aunque claro, estando muerto...Que tontería. Bueno, pues a la próxima de sus sesiones que tanta fama le han dado.
Un atrevido beso,
Thomas Corpse

10:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Queridisimo Thomas,

Menos mal que aun quedan caballeros, aunque sean muertos. Por supuesto que puede acudir a mi proxima "seanse", le guardare un huequito ectoplasmico para que se sienta como en casa. Suya (o algo asi),

Soph

12:44 p. m.  

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